Hacía
tiempo que mi esposo y yo teníamos discusiones, problemas, conflictos. El
tiempo entre nosotros era una verdadera agonía. No sabíamos qué hacer con
nosotros mismos. No había magia, no había temas de conversación, no había nada
en nuestra relación de pareja.
A pesar de
todo, decidimos que lo intentaríamos de nuevos, por tanto, organizamos un viaje
a un lugar mágico, un lugar de playa, todo parecía indicar que estaríamos, por
lo menos, durante esos cuatro días tratando de salvar el matrimonio que ya se
había desintegrado meses antes, quizá años.
Al llegar
al lugar lleno de ensueño, empecé a sentir un gran desasosiego, vacío,
sentimientos encontrados, tenía una gran motivación para rescatar nuestro
matrimonio. Durante años habíamos sido una gran pareja, pero al parecer, ahora
todo estaba lleno de dudas y rencor.
No
parecíamos estar en sintonía, para empezar, él tuvo sueño durante todo el
viaje, decía que tenía que relajarse, que descansar, no hubo la magia que yo
tanto esperé. Por el contrario, me ignoró durante todo el viaje como lo hacía usualmente
en los últimos años.
En ese
momento, me día cuenta que esa había sido la realidad de mi vida por muchos
años. Yo queriendo hacerme presente. Organizando viajes, cenas, pláticas,
tratar de encontrar un motivo que nos permitiera vivir juntos, sentirnos de
nuevo en un proyecto de vida de pareja, en un proyecto de vida en común.
Al estar
solos en aquel lugar pude percatarme de la quemante soledad en la que había
vivido los últimos años.
Y, entonces, a la luz de la magia del lugar tome la
decisión de divorciarme en cuanto estuviéramos de vuelta en casa.
Por lo
pronto, me dediqué a leer, a tomar algunos masajes, relajarme y tomarlo como un
descanso. Aunque sentía que lloraba a cada momento por dentro, decidí que esa
no era la vida que yo deseaba y que no estaba dispuesta a desperdiciarla más
por un poco de atención y cariño del hombre que había sido mi pareja durante
tanto años.
Mi
cansancio emocional era agotador. Todo el tiempo había tratado de solucionar la
vida de pareja. Yo, era la única interesada en sostenerla. Por tanto, ante
tanta reflexión decidí que la decisión era inamovible.
Por
supuesto, yo era muy ingenua, creía que tal vez, ante mi decisión reaccionaría.
Pero no fue así. En el momento en que regresamos de viaje se lo hice saber. Estaba
sorprendido. No se lo esperaba. Él creía que cómo no hubo discusiones ni
peticiones en el viaje estábamos de maravilla.
Yo, cada
día sentía un vacío en mi vida. Sin embargo, no se alteró decidió que estaba
bien y respetaba lo que yo planteaba. Tomó sus cosas esa misma noche y se
marchó.
Inmediatamente
me di a la tarea del divorcio. Sin embargo, mis sentimientos estuvieron mucho
tiempo a flor de piel. Yo sabía que era la mejor decisión. Mi proceso de
recuperación fue muy largo y doloroso y ahora entiendo que fue lo mejor.
El
divorcio es un proceso muy largo que cuesta trabajo sortear, generalmente se
encuentra inmerso en una forma de ver la vida y requerimos moldear una nueva
identidad. Cada pareja tiene su tiempo y cada persona tiene su momento.
Busqué
ayuda terapéutica y en mi proceso pude comprender algunas cosas que me ayudaron
en mi recuperación:
1.- Leí un
libro que mi terapeuta me proporcionó: Cómo recuperar la confianza en el amor:
Heridas y cicatrices en la relación de pareja de
Ana Giorgana
2.- Me di
a la tarea de construir un nuevo proyecto de vida
que me ocupara en situaciones constructivas que había dejado de lado por años.
3.- Comprendí que me encontraba en un proceso de duelo y aceptar mis sentimientos: enojo,
culpa, depresión, desesperación, tristeza, rabia, desasosiego.
4.-
Superar mi terror a la soledad y hacerme cargo de mí misma.
5.- Me sentí
liberada de su mutismo y sus tipos de agresiones pasivas. Por primera vez en
muchos años, empecé a experimentar paz en mí día a día.
6.- Inicié un proceso terapéutico en el que me recuperé a mi misma en todos los sentidos.
Ana Giorgana
Especialista en Terapia de Pareja y Prevención Social. Terapia en línea