¿Por qué nos pasamos la vida en las mismas condiciones emocionales sí
supuestamente no queremos y no deseamos vivir así?
¿Por qué no
tomamos acciones diferentes para reencontrarnos con nosotros mismos y con la
realidad de nuestra vida?
¿Por qué
limitamos nuestro crecimiento a pesar de que sabemos que algo no nos conviene?
Porque tenemos
un gran miedo al cambio. A qué las condiciones de nuestra vida se tornen
diferentes pese a que lo deseamos con toda el alma.
Así pasa un año,
dos o tres y seguimos con esa pareja, con ese temor, con ese estrés y con esas
vivencias cargadas de dolor y frustración. No nos atrevemos a vivir la propia
vida porque estamos aferrados a una esperanza: quizá mañana todo sea diferente.
Es en fin una
esperanza de amor frustrado y lleno de vaivenes, de laberintos y de sinsabores,
pero nos hemos acostumbrado a vivir con ellos.
Tenemos que
aprender a cerrar ciclos y círculos en la vida aunque nos duela, aunque nos
cueste, aunque estemos llenos de miedo, de ira, de culpa y de dolor.
Requerimos
repensar la propia existencia bajo los lentes del bienestar y no del
sufrimiento. Sí el cambio genera miedo un gran terror se apodera de nuestra
vida y de nosotros mismos.
Ana Giorgana