Raquel está muy desconcertada porque aparentemente su relación de pareja es muy saludable y armónica ante la vida de los demás. Sus amigas la envidian de tener como pareja a ese hombre tan apuesto, cariñoso, atento y muy sociable.
Raquel sabe que esto es verdad en parte. Ella conoce bien quién es Andrés. En la intimidad, en su vida a solas. Él es un ser enigmático. Callado. Solitario y hasta cierto punto hiriente y despreciativo con ella.
Raquel es descalificada en sus opiniones. Él se irrita demasiado fácil. Estalla en cólera por cosas insignificantes y es egoísta. No le gusta que ella toque sus cosas. Se molesta si ella lee primero el diario. Está todo el tiempo criticando su forma de vestir.
Y de un tiempo a la fecha la sexualidad se va deteriorando cada día más. Ella no entiende qué pasa. Eso sí, su vida social es intensa. Él tiene una gran cantidad de compromisos y no falta a ninguno. Es la estrella y es muy polpular con sus amigos y conocidos.
Jamás se le pasa un cumpleaños de sus amigos o amigas. Cuando Raquel intenta hablar sobre cómo se siente en la relación. Él se enoja. Grita. Vocifera. Le dice que ya está harto de tantos reclamos y que pues todo se arreglará pronto.
Además que ajuste sus expectativas que él es su pareja no su cuidador.
Finalmente en la intimidad existen silencios. Mutismos. Reclamos y ella se mantiene en silencio. Cada día se siente más deprimida y triste. Confusa y llena de odio y de rencor. Pero también es cierto que ama a Andrés y no comprende sus cambios repentinos.
Él parece que es un hombre con marcados rasgos narcisistas. En mi libro: El amor narcisista: una relación profundamente destructiva, hablo sobre los diferentes aspectos que entran en juego en esta relación.
relaciones destructivas y sin futuro porque carecen de lo fundamental. La capacidad de empatía.
Ana Giaorgana