Uno de los aspectos que llama nuestra atención a primera vista en la relación en pareja es la atracción. Y para ser más exacto, la atracción física.
Esa persona que me he encontrado al pasar logra hacerme
sentir nervioso, intimidado o muy a gusto... entonces la novedad, la curiosidad
de saber quién es él o ella, me mantienen atento a sus movimientos, comentarios,
actitudes.
Ésa persona, se ha
vuelto importante para nosotros.
Día y noche empiezo a pensar en él o en ella. Me
resulta digno de una buena ilusión lo que estoy sintiendo y lo que empiezo a
emocionarme con sus llamadas, con sus detalles, con sus atenciones.
Creo que me estoy enamorando...
Todo lo que hace o dice me parece fascinante. Sólo él o ella
son capaces cautivamente, es tan diferente a mí.
Me atrae lo que piensa, lo que
dice, los lugares a los que asiste, sus pláticas.
Sus chistes son lo máxima. Es realmente una persona alegre,
divertida y siempre dispuesta y sensible.
Me siento de maravilla. Encontré a la
persona más importante de mi vida.
Así van pasando los días, tal vez los meses, e incluso los
años. En este andar en pareja, resulta:
-
Ya no me río de sus chistes, me aburren.
-
No tolero tanto contacto físico, no me gusta que
esté todo el tiempo sobre mí, me asfixia.
-
Sus pláticas siempre se centran en lo mismo.
Todo es un monólogo.
-
Todo el tiempo bromea y no puedo hablar en serio
con mi pareja, no toma nada en serio. Estoy muy molesto y enojado.
-
Está muy bien que tenga una familia muy
integrada, pero a mí me molesta tener que compartir con ellos todas sus
reuniones.
Por tanto, aquellos aspectos que me atraían, ahora me
enfadan.
Con el pasar del tiempo, todas las cualidades del otro, se tornan obscuras, llenas de tedio y las reclamamos.
Las diferencias alimentan la relación y también la empañan
cuando no sabemos manejarlas o tolerarlas.
Una gran cantidad de parejas inician sus relaciones llenas
de ilusiones y expectativas, entre ellas, que la pareja siempre va a ser y a
estar de la misma manera para nosotros. Lo que antes era un valor y un aprecio, ahora se
convierte en un fastidio y una obligación.
¿Cómo es que de pronto ese ser tan maravilloso y fascinante se ha convertido en alguien tan despreciable ante mis ojos?
1.- Tal vez, el enamoramiento.
2.- Quizá, las expectativas.
3.- Probablemente, el tiempo y los cambios.
Esa persona, mi gran amor, es tan distinto a mí, que no
encontramos maneras de relacionarnos, ni de amarnos, ni de comunicarnos.
Por el contrario, tenemos el alma hecha pedazos,
porque con el pasar del tiempo, sólo existen gritos, insultos, mal humor,
tedio y fastidio.
Esas diferencias tan encantadoras se tornan ahora
aterradoras. Respetar las diferencias y lograr vivir con ellas, es el
reto
Los vínculos duraderos se dan sobre la base de las diferencias y similitudes.
No tengo que renunciar a ser Yo para seguirte amando.
No tengo que renunciar a mi manera de ser para que sientas
que te amo.
No puedo darte algo distinto de lo que Soy.
¿Puedo convivir con lo diferentes que somos?
¿Por qué tanto afán en centrarnos en las diferencias y no en las coincidencias?
Y, ¿tú cómo te relacionas con tu pareja?
Ana Giorgana
Especialista en Terapia de Pareja
Y Prevención Familiar y Social