Natalia ama a Carlos y se entienden muy bien. Viven en armonía y se encuentran, ahora, disfrutando su luna de miel. Tienen diez meses viviendo juntos, y, casi todo, ha sido maravilloso, excepto la interferencia de la famila de Carlos.
En realidad no es que ellos participen o se metan en la vida de ellos, la realidad es que él, Carlos, muestra una gran dependencia hacia su familia, y no desea, por ningún motivo, que dejen de ser su prioridad.
Bajo este esquema Natalia se siente frustrada, enojada, impotente y con razón. Pero Carlos considera que se ha unido a una pareja, no a una prisión, y Carlos también tiene razón.
¿Cómo poder resolver estas desaveniencias?
La pareja es un proyecto, no una amalgama.
Nos unimos para formar una relación, no una díada indisolube sin individualidad.
Estamos juntos para darnos cuenta que podemos aportar cada uno a la relación.
No para imponer un estilo de vida familiar al otro, porque creemos que es el único o el mejor.
En mi artículo: Cuándo decidimos formar pareja no somos dos , sino seis, en esta vida de a dos.
La relación de pareja se nutre de dos individuos que forman una relación en el medio, y que ambos pueden conservar su individualidad, no imposición.
Natalia quiere imponer pero cree que su acción es buena, que ella posee la verdad de la vida.
Carlos se resiste viene de otras tradiciones que han sido su marco de refetencia en años, toda su vida, su padre es un ideal.
Ella quiere que él bote todo por tierra.
Él quiere que ella se adapte.
Ninguna postura es posible.
Ambos están engarzados en sus dependencias emocionales.
Pero no están capacitados para verlo.
Un buen recurso:
Cerrar ciclos y dejar de ser niños para poder afrontar una vida de adultos de manera emocional.
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Encontrarás grandes soluciones, solo si tenes el coraje de afrontar, de lo contrario, mejor no intentes entrar en estas lides del crecimiento emocional.
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Ana Giorgana
www.cecreto.com
